Si bien la sociedad actual es exigente, al mismo tiempo muestra mucha pobreza en cuanto a modelos. No hay variedad, todo se reduce a un tema de cantidad: más busto, más cola, más altura, menos cintura, menos años, menos, menos y menos.
Es la publicidad la que se encarga de sostener estos parámetros artificiales que explotan la necesidad del ser humano de creer que podrá vencer el tiempo. Sabemos que esto es imposible. Sin embargo cada día se consumen más tratamientos antiage, cirugías estéticas, tratamientos hormonales que prometen esa panacea deseada aun cuando muchos de ellos terminan resultando muy peligrosos tanto física como psíquicamente: su fracaso genera psicológicamente inseguridad y baja de la autoestima. Por supuesto, que esto termina comprometiendo los vínculos y la manera de estar en el mundo de quien lo padece.
¿Es todo culpa de los medios?
La desinformación de los pacientes y la frivolidad de algunos médicos son los principales retos a los que se enfrenta la cirugía plástica en el mundo. A ello hay que sumarle la peligrosa interacción entre los medios y el público. Los medios captan el gusto de éste y a su vez lo difunde. Es una relación circular que se retroalimenta a sí misma. Pero ¿se trata de un vaivén azaroso? Según dice el sociólogo Zygmunt Bauman el consumidor ha sido consumido por el sistema. Elige la moda, y la impone, pero a su vez es seleccionado y discriminado según estas elecciones. Ellas le darán entrada a un sistema exitoso, o quedará fuera de él. Y por cierto que nadie quiere quedar excluido, de ahí que la mayoría de las mujeres estén tiranizadas por la moda. Tratando de descubrir a través de la mirada de la gente quién es uno, si nos suben o bajan el dedo.
A ello se agrega, que las mujeres no sólo tratan de verse mejor sino de seguir vigentes aún dentro de sus vínculos más íntimos, por temor a ser cambiadas por otras más jóvenes. Esta amenaza de sustitución y soledad hace que algunas personas vivan con mucha ansiedad su madurez, aumento de peso, llegada de arrugas, celulitis o lo que fuera que es propio del natural devenir.
Estos cambios corporales, originan complejos que influyen no sólo a la hora de mostrarse en una playa sino que se extiende a la intimidad del propio dormitorio. Hay vergüenza de mostrar ese cuerpo real, atravesado por embarazos, años, vida. Y por supuesto que este paradigma estético afecta la sexualidad.
Al enfrentarse las mujeres con un ideal físico literalmente imposible no lo rechazan sino que se rechazan a sí mismas. Esto hace que en el consultorio vea, en las mujeres muchos complejos referidos a su cuerpo (el peso, algún rollito, las medidas no perfectas”), pues no cumplen con los cánones de belleza que esta sociedad les impone. Esa inadecuación entre el modelo que se impone socialmente y la imagen real de una persona crean malestar y sufrimiento psíquico.
Una persona puede ser gorda o flaca, alta o baja, tener pelo corto o largo, ser joven o madura y sin embargo todos tenemos una capacidad sensitiva, de placer, que y que es posible desarrollar. Todo cuerpo es capaz de dar caricias, bienestar y puede también sentir, recibir placer por todos sus sentidos, toda su piel, todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los pies.
Tenemos que aprender a vivir con las dificultades externas e internas que una tenga. Y si son internas, realmente requieren de un gran esfuerzo. Uno no puede ir a ver a un cirujano y decirle: “Sáqueme todo lo que me sobra de timidez” o `Inyécteme una dosis de simpatía”. Por supuesto que, si el caso lo requiere, se puede realizar una consulta psicológica para que se nos ayude a administrar nuestra manera de ser de la forma más saludable posible. Pero no podemos hacer de nuevo a una persona. Simplemente la podemos ayudar a que encuentre y use adecuadamente sus propias características.
Por ello creo que la clave para aprender a convivir con las partes feas de una es jerarquizar la palabra gustar. Y en lo cotidiano significará mirarla, enfrentarse a esa porción de nuestra anatomía que no nos gusta. Sin rechazos ni miedos. ¿Cómo se llega a esto? Animándose a pensar de manera diferente. Ser distinta no significa ser excéntrica. Es ser una misma, ser individual, es romper con lo establecido y generar un nuevo orden.
Reconciliarnos con nuestras partes imperfectas implica todo un trabajo de aceptación, para lo cual nos puede ayudar la terapia psicológica utilizando técnicas corporales, por ejemplo, bioenergéticas.
La perfección es imposible. Entonces, olvidémosla. Es importante convertir y destacar lo bueno que tenemos y dejar a un lado lo que entorpece nuestro camino.
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